domingo, 6 de noviembre de 2016

Agonía:

He dejado mi corazón a merced de los cuervos del llanto.
Para que picoteen mi alma
con la saña con la que devoran las entraña de los corderos.
y dejen mi corazón siendo carcasa vacía de mis amores.
Porque mi corazón es cadáver caliente de mi alma.
Una rosa de sangre que se consume dentro de su propio latido
Siendo devorada viva por las rapaces del llanto.
Esas aves de angustia negra
hambrientas de lágrimas de sangre y de pulsos entrecortados.
Pulsos que se agitan como peces fuera del agua.
Mi corazón devorado por las rapaces de la angustia.
Es el fantasma vivo de aquello que no te dije.
De aquel sentimiento que aborte en un suspiro.
Aquel sentimiento ahogado en si mismo.
Ahogado en su propia burbuja de vida.
Porque mi corazón es un muerto en una morgue de lágrimas.
Un muerto amortajado de poemas.
Un muerto cuyas arterias y venas son raíces.
Raíces afiladas de mi pena.
En un monte de viejas instantáneas deje mi corazón marchito.
Corazón que ya no es corazón.
Sino despojos de aquella alegría que fue rosa abierta de mi sangre.
Y que ahora es alimento de los cuervos tristes.
Hambrientos de mi sentir enamorado.
Y yo he dejado mi corazón para que hagan buena cuenta de él.
Al fin y al cabo yo ya no soy yo.
Soy piel caminante de mi misma. Sombra. y sombra de mi propia sombra.
Y mi corazón ese cordero cuya carne triste
es devorado con saña por las aves enlutadas de mi melancolía.

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