En medio de dos caminos
me encuentro.
Sin saber bien cual de ellos
he de tomar.
Perdida con la brújula
de mi pecho
sin que esta sepa
hacia que dirección apuntar.
Soy un laberinto
de pieles y venas
atadas al nudo de mi propia sombra.
Un ovillo de sangre
y lagrimas, que se desata cada madrugada
en poemas que respiran
en medio de un pulmón oscuramente multicolor.
Soy un cruce de caminos
sin ninguna concreta dirección.
Un mapa perdido
en el paisaje borroso de mi nostalgia.
Y ese fantasma
que transita por la carretera secreta de tus ojos
en busca de su propio corazón.
Soy un emborronado
de aquello que una vez fui.
Una sombra.
Una mascara.
Una interferencia.
La canción que nunca fue compuesta
en tu eterno pentagrama.
¿Si acaso, tu conoces la respuesta?
Dímela antes de que me apague.
Antes de que me coma viva
la serpiente de la duda.
Y escupa mis huesos sobre el monte
de los amores en brasas.
Toma mi brújula
Y sigue la flecha. Esa flecha de lirica y lagrimas
que te guiaran
hacia mi alma perdida
en este remolino latente y oscuramente confuso
que es la vida.
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