He visto moverse el asfalto.
Volverse líquidos los rascacielos.
Caerse las horas de las torres.
Y a la noche devorar los sueños,
siendo una gran serpiente de humo negro.
La realidad es un grito
saliendose de su propio boca.
La muerte. Una mascara anti gas
ocultando su rostro de buitre podrido.
Y la guerra. Un caballo.
Un caballo que tira de la rienda de su propio esqueleto.
En medio de la calle
un perro llora con voz de niño.
Los poemas duermen en los posos del café.
La música es una gota de lluvia
golpeando los cristales.
Y la luna. Ese tulipán blanco,
que agoniza sobre un jardín de eternidades.
Las luces de neón palpitan
como peces fuera del agua.
Las calles son bestias,
tragándose como boas hambrientas
las alegrías y las tristezas.
Y las plazas son ojos que se abren
para ver el interior de las estatuas.
He visto levantarse las raíces
como si fueran manos
cuyos dedos intentaran arañar el cielo.
Volverse tierra los edificios.
Caerse las monedas de los rascacielos.
Y a la madrugada cruzar el umbral del tiempo.
Siendo un inmenso águila de hielo.
Los coches son toros en estampidas continua.
arrasando ciudades enteras a su paso.
las estrellas. Luciérnagas moribundas
con el corazón fuera del pecho.
Las carreteras. ese mar que se levanta sobre si mismo.
Como un caballo encabritado.
Y las farolas una gran flor de metal.
De cuyos pétalos cuelgan notas musicales.
Y cuerdas de guitarra.
El viento es un ruiseñor que repite mi nombre. Melancolía.
con una espina en la garganta.
Hoy la noche es un gran manto
que envuelve la piel de los latidos.
Y la luna es un caimán
que sonríe mostrando al mundo su dentadura de nácar.
Los enamorados se pierden
en un laberinto de pieles y locuras.
Dejando un rastro de labios y manos entrelazadas por el camino.
y yo desde mi ventana abierta a un paisaje que se difumina.
observo como la soledad es una mariposa negra
que se posa delante de mis ojos.
Y deseo que el pez la madrugada llegue pronto
a poner sus huevos en mis pupilas.
Pues quiero que mis lágrimas sean dos mares cerrados.
Dos pozos donde flote el niño muerto de mi infancia.
Y al lado de ese niño. mi propio fantasma hecho carne.
Con todos mis poemas incrustados en la boca.
y con la tinta fluyendo por mis venas.
Porque la ciudad es un gran laberinto
donde se pierden las almas.
Donde la felicidad es tan solo un pulmón de barro
que respira de las aguas podridas.
Y yo al otro lado del cristal,
estoy a salvo de los cuervos que quieren alimentarse
con la carroña de las estrellas.
Y con los cadáveres de las fantasías que murieron
siendo el moho que hizo supurar,
el corazón de la gran manzana.
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