miércoles, 27 de julio de 2016

En un cruce de caminos...

En un cruce de caminos
Se halló el cadáver de un ciclista.
muerto por una coz dada por el caballo de la luna.
Un ciclista de cuyo cráneo
Brotaba un ramo de golondrinas y de palomas.

Desde mi balcón abierto al páramo de los días.
Vi como una colonia de hormigas
Devoraba lentamente la mano,
De aquel que daba de beber lágrimas a las margaritas.
Y como un niño con tijeras
corto las pupilas de las nubes.

Con sus lágrimas el poeta corto la piel del aire.
Y de sus entrañas comenzaron a caer
corazones de niños como maduras manzanas.
Manzanas de roja sangre
que eran devoradas por una piara de cerdos negros.
Cerdos que tiene sus pezuñas de alquitrán
y colmillos de acero.

En un laberinto de venas y raíces
florecen ramos de dedos con  mariposas disecadas
creciendo bajo sus uñas.
Y un extenso jardín de besos y lunares
fue devorado con saña por una jauría de perro de luna.
A veces el amor es una afilada hoja de afeitar,
Cortando los párpados de los miran
el corazón de la madrugada,abrirse como una madura granada.

Un manto de pieles y humo
cubrió las ventanas de los edificios.
Desde los que se asomaban torsos 
cercenados por la angustia.
Torsos cuyos brazos cuelgan de los balcones
como enredaderas
Y yo desde mi triste habitación descarrillada
por el paso del tiempo encadenados a su propio cadáver.
Me he convertido en fantasma de mi propia niñez insistente.
Que lejana la sombra, de aquel 1995 vestido de comunión.

Los posos del café me dicen.
que la bicicleta encontrada en medio de aquel cruce de caminos
en realidad era una serpiente.
Y sus colmillos eran dos raíces de alquitrán
clavadas en el pecho del ciclista.
Y que el caballo de luna que lo mato,
era un perro con dientes de plomo y azufre
Desgarrando su corazón con la ferocidad de diez chacales
ante un cordero malherido.
Luego...regué con mis lágrimas 
las palomas  y las golondrinas de su cráneo
y estas se volvieron un manojo de mariposas.

Cuando la taza calló al suelo
vi entre sus pedazos el reflejo de mi propia muerte.
Y al fantasma de mi lejana niñez,
caminar hacia el pozo en donde se hundió 
los recuerdos de cuando era un gato de agua 
llevando sus ojos entre las manos.
Entonces el gallo del humo alza su cántico de ceniza.
Y me despierto recordando
aquella bicicleta roja que nunca tuve. 

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