En los campos de mi noche,
duerme el cordero del
tiempo.
El balido del plenilunio,
suena como el aullido de un
lobo
En lo alto de la sierra.
Niño llévame al templo.
Al templo donde nace la mañana.
Y la mañana al vernos
agitara sus manos,
Como alas de garza
enamorada.
¡Ay estrellita que
centelleas,
Como una luciérnaga
tartamuda!
¡Ay estrellita que
centelleas,
Como un farolillo de papel y
luna blanca!
En lo alto del cielo , hay
una torre.
Y en lo alto de esa torre mi
estrellita tiene.
Tu cara recién pintada.
Que campo verde se extiende
ante mi
Como un manto de infinita
primavera.
Flor de ese campo quisiera.
Flor de ese campo para morir
siendo arrancada
Con tus dedos de espuma.
Pero no soy flor, ni aire,
ni…
Solo un espíritu que camina por
un sendero
De espejos donde me hundo poco a poco,
atrapada en tu mirada.
Tus ojos sobre los míos.
Dos cristalitos de agua.
Tus pupilas son dos mares,
Donde nadan pequeños peces
de humo.
Dos mares donde flotan
nuestros corazones
Como constelaciones sobre
una corriente de plata.
En lo alto de la catedral,
Un san Valentín ciego toca
la campana.
Y tus ojos azules sobre los
míos;
Son dos espejos donde se
reflejan
Nuestras almas encadenadas.
Sobre el árbol de la
ciencia.
Dos mariposas blancas.
Las estrellas del firmamento
bailan como candelarias borrachas.
Y el cordero del tiempo duerme
sobre los campos del sueño.
su sueño de muerte blanca.
Niño llévame al templo.
Al templo donde muere la mañana.
Y la mañana antes de morir,
nos vera siendo sobre los campos de la noche
dos siluetas entrelazadas.
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