sábado, 21 de noviembre de 2015

Tempo

Los relojes se pararon,
y se abrieron las fauces de los caimanes.
Los astro se volvieron espuelas de plata.
Clavándose en los corazones de los poetas.
Y los montes esconden en sus lomas,
mil ojos de cordero.
En la séptima planta,de un edificio en llamas.
Se poso un cigüeña de hierro.
Y un coro de niños juegan al escondite,
tras los coches calcinados.
Una barricada de alquitrán me impide ver el cielo.
Y un candando de humo,
cerro con llave la cerradura de mi pecho.
Mil ojos que son mil planetas,
miran desde el otro lado del espejo.
Hoy quisiera dar mi corazón
a golondrinas hambrientas de amor.
Para que se coman hilo a hilo,
la carne.La tierna carne...
¡Ay! de este corazón de poesía herido.
Gotas de lluvia seca
caen sobre los campos donde germinan niños.
Y un libro roto esconde mil almas
entre sus hojas descarnadas.
Y que se mueren supurando tinta.
¡Vida! Vida y tiempo.
Tiempo de relojes sin cuerda.
En donde las mariposas son de ceniza.
Tiempo que ya se extingue
dejando tras de sí, una estela de colores descoloridos.
En el silencio la ciudad que duerme
Lo hace siendo pueblo.
Danza macabra de farolas sollozantes,
y amaneceres,que parecen crepúsculos sangrantes.
Yo bajo la copa del ultimo árbol sobre la tierra.
Escribo mi ultima poesía.
Una poesía que cada verso es,
una gota de sangre derramada por la tórtola.
¡Ay! muerte pequeña.
Bajo esta luna triste y callada.

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