No quiero flores en mi tumba.
Ni que lloren los ríos.
Ni que dejen de cantar los pájaros
con su trino de plata y espuma.
Quiero una sepultura de mar y luna.
Un funeral,en el que el niño ría.
Y dancen los colores de la aurora.
Un freto donde mi cuerpo,
sea un jardín donde crezca flores.
cuyos pétalos sean cabezas de mariposas.
Y la muerte sea una diosa que camine
vestida de blanco,
llevando sobre su frente una diadema de nardos.
Cuando muera.
Dejar todas vuestras lágrimas
para mojar la boca de las flores 
y las gargantas de los perros.
Pero no las malgastéis embalsamando con ellas 
mi cuerpo muerto.
Ni haciendo con ellas mi mortaja
de suspiros y tiempos.
Abrid la tapa de mi ataúd
Desatar el paño blanco que sujeta mi mandíbula,
para que enjambres de abejas
vengan a posarse dentro de mi boca abierta.
Y dejar mi rostro de cristal, al aire.
Para que pueda ver el nacimiento del amanecer,
con los ojos bien abiertos.
y contemplar el rostro de la aurora,
mientras sonrío como una niña para la que ya
no existe el tiempo.
Abrid la tapa de mi ataúd
Desatar el paño blanco que sujeta mi mandíbula,
para que enjambres de abejas
vengan a posarse dentro de mi boca abierta.
Y dejar mi rostro de cristal, al aire.
Para que pueda ver el nacimiento del amanecer,
con los ojos bien abiertos.
y contemplar el rostro de la aurora,
mientras sonrío como una niña para la que ya
no existe el tiempo.
Cuando muera.
Dejare sobre mi lapida escrito.
Un poema.
Un poema que sea:
un epitafio en donde quede gravado
mi ultimo suspiro sobre la tierra.
Un suspiro. que suene en el tiempo,
como una corriente de agua, en un eterno río.
Como un coro de gotas de lluvia
cantando sobre la cornisa de una ventana abierta.
O un jilguero de cinc trinando entre los dientes,
algo que dure para siempre.
Cuando muera.
No lloréis al ver mi nombre
gravado en la piedra.
Guardar esa pena en vuestros corazones.
Que ellas. nos impidan ver
Un horizonte de lleno de espejos convexos
ni un bosque de péndulos que oscilan,
entre este mundo y el que no ha sido.
Y asomaros desde vuestro balcón
para ver mi cuerpo convertido en paloma de agua.
surcando el mar de los tiempos,
con las alas abiertas
¡Cuando me muera!
Dejare sobre mi lapida escrito.
Un poema.
Un poema que sea:
un epitafio en donde quede gravado
mi ultimo suspiro sobre la tierra.
Un suspiro. que suene en el tiempo,
como una corriente de agua, en un eterno río.
Como un coro de gotas de lluvia
cantando sobre la cornisa de una ventana abierta.
O un jilguero de cinc trinando entre los dientes,
algo que dure para siempre.
Cuando muera.
No lloréis al ver mi nombre
gravado en la piedra.
Guardar esa pena en vuestros corazones.
Que ellas. nos impidan ver
Un horizonte de lleno de espejos convexos
ni un bosque de péndulos que oscilan,
entre este mundo y el que no ha sido.
Y asomaros desde vuestro balcón
para ver mi cuerpo convertido en paloma de agua.
surcando el mar de los tiempos,
con las alas abiertas
¡Cuando me muera!
 
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