lunes, 3 de diciembre de 2018

La guerra es un gran cementerio

Balas.
Flores.
Lágrimas sobre la acera.
Un pájaro vuela
entre los laberintos de petróleo.
Y hay venas colgando como enredaderas
de las ruinas de los rascacielos.
El corazón de luz
que solloza intermitente en la farola.
Mendrugos de pan.
Bombas.
Y pieles.
Entre dos calles teñidas de gris
resuena un grito
Como un eco, de viento metálico y sangre.
Luego un silencio
Tan oscuro como un ataúd abierto
en medio de la fosa
apuñala los corazones de que ya son
raíces  de alquitrán
junto a las cunetas.
Huesos.
Sollozos.
Y violencia.
Un niño que llora plomo.
La mujer que camina sobre las ruinas
con los pies descalzos
clavándose espinas y metralla
en los huesos.
Una maleta en alambrada.
Y otra en la frontera.
La libertad
era aquella mariposa que perdió sus alas.
Y cuyo cadáver
es comido despacio por los gusanos
de la muerte y la miseria.
Poemas.
Disparos.
tierra en los zapatos.
Y cristales rotos..
El reloj que suena.
La campana de la iglesia.
La guerra es un gran cementerio.
La ciudad, su corona de escombros.
Y nosotros sus plañideras.

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