lunes, 18 de julio de 2016

Un silencio de plomo y llanto..

¡Un silencio de plomo y llanto!
Resuena en medio de la noche
Los edificios como entrañas de barro se abrieron.
Mostrando sus ocultos corazones.
Y el aire se volvió denso.
Como un manto de vapor y sangre

Miles de almas tristes,
Buscan su propio yo entre los escombros.
Y en medio de esos escombros
Surgió de pronto, como un brote de carne blanda
La mano de un niño muerto.
Intentado alcanzar en la superficie de la luna,
La mitad de su alma.

Los perros desde los callejones ladran
con hormigas entre los dientes.
Y con cada ladrido van atravesando,
Muros de gruesas pieles.
Los rebaños del alquitrán lamen con expresa lengua
Los charcos de humo líquido.
Que se expanden por toda la ciudad
Como océanos de pequeña muerte.

Las carreteras son serpientes
Que devoran desesperados niños.
Niños que corren por los oscuros callejones,
Con sus ojos sobre las palmas de sus manos.
Para no ver el rostro desfigurado
De la muerte y sus dientes de duro fuego.

Y en medio de la plaza del grito
Los gatos lamen charcos de orín
Y de alquitrán sobre el pavimento.
Mientras arañan las tiras de pieles secas
Que cuelgan de la fachada de la amargura
Como enredaderas y hojas secas,
Del balcón del silencio.

Las luces de las farolas
Son faros iluminando el mar del silencio.
Mar donde se hundieron,
Cientos de almas con la luna clavada en el pecho.
Y los motores de los coches,
Rugen como dragones con voces de duros fuego.
Voces que atraviesan el aire con afiladas garras de hielo.

La ciudad con sus huesos al aire
Grita con la media noche,
Clavada en el pecho.
Y las gritas de los muros sangran,
Con espesos corazones negros.
Corazones que laten con pulsos de sangre y de cemento.
Y las ventanas de los edificios
Permanecen abiertos
Como parpados de niños muertos.
Y una bandada de polillas de humo
Harán su nido de azufre dentro de todos ellos.

Sobre los tejados. Las piquetas de los gallos
se convirtieron en águilas de acero
Que se lanzaron en picado contra la muchedumbre
que tiene sus pechos abiertos
por la cuchillada de la ceniza.
Y un corazón entre las grietas palpita,
Con pulsos de alquitrán y angustia entrecortada

¡Doce campanadas sonaron!
Como doce truenos de hojalata.
Truenos que cortaron la piel del aire
Como afiladas navajas.
Y un silencio de plomo y de llanto
Resonó en medio de la noche
Como eco que recordó de pronto
El nombre de todos sus muertos.

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