sábado, 9 de febrero de 2019

Un país imaginario devastado por la guerra.

Un enjambre de mariposas
se posaba y bebía sangre de mis labios.
Bajo mis encías
un ramo de flores clava sus raíces.
En mis ojos pacían 
los ciervos del crepúsculo
Y los invisibles corderos
de la vía láctea.

Y todas mis lagrimas
se vuelven caimanes de mis emociones.
Que las devoran violentamente
hasta dejar,
la sombra de su calavera.

El tiempo y la melancolía
arañan mis venas
con los acordes de una canción
en blanco y negro.
Y todas las alegrías se vuelven de pronto
yugos de mi dolor. Y de mi angustia.
Apretando con furia mi espíritu hasta reventarlo
en un millón de gritos
que se clavan como metralla
en mis pulmones y en mi garganta.

Porque lo que ante era,
mi perfil de naturaleza viva.
Ahora es la sombra en ruinas
de un país imaginario devastado por la guerra.

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