domingo, 10 de febrero de 2019

Somos árboles caminantes en un bosque de sombras.

Somos árboles caminantes
en un bosque de sombras.
Nuestra esencia se fusiona
con el rocío de la flor
y con el alquitrán de la carretera.
Y echamos raíces
en el húmedo suelo de las lagrimas
y de las horas.
Todo lo nos hacia humanos
se desdibuja fugazmente ante nuestros ojos.
Y el paisaje es un borrón
de palomas mecánicas
y edificios con un río en la ventana.
Un río que se desprende
como una tira de piel recién cortada
sobre el paisaje urbano.

En este bosque,
de contornos oscuros sin figuras
el tiempo es una gota de lluvia fría
que apuñala nuestro corazón y nuestra alma.
Y nuestras huellas
son las raíces que nos mantiene anclados
a ese suelo de cemento.
Donde la realidad es un suspiro de neones
y una bomba de sangre
cuyo núcleo es lamido, por los ciervos de plástico
que tienen sed de vida.
Y de esperanza.



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