Bajo la sombra del tronco podrido.
Donde las horas
se consumen con la sangre.
Y donde las cicatrices
se confunden con las promesas.
Donde la felicidad
es un pájaro de barro con las alas rotas.
Y los sueños,
pequeñas mariposas de humo
Que se acurrucan en su pequeña crisálida de muerte.
Hay un pequeño poeta
que quiere trenzar su corazón herido
con la yema de los dedos.
Y que fantasea con la estrella del sur
clavada en su frente.
Que quiere desnudar las horas prohividas
con la yemas de sus dedos.
Y descubrir que tras la maraña de la melancolía,
hay un cielo en donde el mundo no grita
con espinas en la boca.
Un cielo que siempre esta abierto
a los placeres prohibidos de los ángeles.
Y de los hombres.
Y en cuyo núcleo hay un pequeño paraíso
de rosas que ocultan labios.
Y donde el árbol de la ciencia
jamás perderá la lozanía de su tronco.
Ni sera devorado vivo
por las termitas de las negras lagrimas.
Que dejaran su esqueleto
junto al reflejo triste de su sombra.
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