viernes, 18 de agosto de 2017

Noche plomiza:

Me pesa ese oscuro manto de plomo
sobre mis ojos todavía niños.
Ese águila que clava sus garras en mis sueños.
Y que devora lentamente mis ilusiones
Con su pico de sangre y ceniza.
Hoy las horas se vuelven hormigas caníbales.
Y mis labios mariposas
cruelmente desmembradas.
Por las guadañas del silencio negro.
Quisiera arrancar de mi
la raíz de la negra lágrima.
Las horas fatales que anuncian la llegada
del ángel exterminador.
Y sacarme una a una todas las estrellas muertas
clavadas en mis retinas.
Para que aniden bajo mis párpados
Las golondrinas azules de mi infancia.
Pero me hundo en ese mar
en el que se hunden los melancólicos.
y los poetas.
Y tengo clavadas en mis venas
las afiladas ramas del árbol de los siglos.
Y sobre mi piel un cuervo que lame mis heridas.
Y que muerde mis manos
Machadas de lágrimas y de tinta.
Hoy la luna de mi juvenalia
me recuerda la silueta gris de una triste calavera.
Y las campanas de la iglesia
gargantas de bronce que gritan
El nombre de todas las estatuas.
Que son muertos.
Muertos sin rostro que se olvidan
sobre una loma de palomas descarnadas.
Y yo quisiera arrancarme
el miedo y el llanto de mi pecho.
Pero me puede ese oscuro y manto plomizo.
Que es la noche cuando se pone su disfraz de guadaña.
Y acecha oculta entre los rincones mas ocultos
de la melancolía.
Y yo quisiera no tener miedo al cielo negro.
Pero me arden las angustias
Cuando el cielo esta limpio de estrellas.
Y las luces de las farolas,
Me recuerdan a luciérnagas muertas sobre la acera.
Y siento mas que nunca
el peso plomizo de la noche sobre mis pupilas.
En esas pupilas aun niñas
que tienen clavado en lo mas profundo
La rosa transparente de los últimos días.

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