He tendido sobre mi cama
todas mis sombras.
Y las he planchando una a una
con el peso de la noche.
He recortado cada una de mis siluetas
con el filo de la media luna.
Y se las he dado para que jueguen con ella
los niños que sueñan despiertos,
el sueño de las constelaciones dormidas.
He clavado con chinchetas diminutos corazones
en cada una de las sombras.
Y en cada pecho de papel negro
resuena una campana oscura.
Sobre las sabanas de azufre,
extendí las 100 versiones de mi misma.
Las 100 poeta de papel.
Las 100 golondrinas sin su vuelo.
Y todas ellas las uní con un hilo invisible
que descolgué como una guirnalda de ceniza
desde mi balcon abierto.
He doblado bien doblados todos mis sueños
en mitades muy pequeñas.
Y al desdoblarlas se dibujo nuevamente
el rostro de mi infancia.
Aquel rostro de niña que se desdibuja
entre los pliegues ocultos de mi tristeza.
Aquel rostro de niña,
que escondía en lo mas hondo de su pupila
una mariposa muerta.
He tendido sobre la cama
una a una mis 100 sombras.
Mis 100 golondrinas.
Mis 100 poetas consumidos en su lamento.
Mis 100 versiones de mi misma.
Y todas ellas la planche,
con el peso de la media noche.
Todas ellas recorte con el filo de la media luna
Y clave corazones en su pecho.
Luego doble bien dobladitos mis corazoncitos negros
y en un cajón de sangre
guarde todas las sombras y todas las silueta
durante 100 años seguidos.
Y al abrir aquel cajón de sangre
con mi mano muerta.
Un corazon salio volando.
Y una ceniza se había convertido en poema.
Y aquellas siluetas
que descolgué desde mi balcon abierto.
Fueron arrancados por...
para que jugaran con ellas los niños de la nada
con sus cuerpos muertos.
Cuerpos que son sombras vivientes de sus sueños.
Porque yo fui...
100 versiones de mi misma.
100 estrellas que explotaron en 100 palomas blancas.
100 siluetas posadas una a una sobre mi cama.
Y todas ellas fueron planchadas con el peso de la noche
mientras dormía yo el sueño de la muerte.
siendo 100 sombras vivas que esconden,
un millar de latidos bajo la noche blanca.
100 poemas sin verso.
100 golondrinas que van mudando sus alas,
sobre los pliegues de la sabana del tiempo.
Porque yo misma soy un sueño.
Un sueño sumergido en el útero del sueño.
Sueño que desprende piel a piel
sobre el corazon del viento.
Un sueño que que quisiera ser metáfora viva
en la realidad el versos.
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