Los muertos...

Dicen que los muertos no hablan.
¡Que inmensa mentira!
Los muertos hablan por las bocas de la sangre.
Y por sus labios de ceniza.
Hablan teniendo una alondra bajo su lengua.
Dicen que los muertos no tienen hambre.
Pero los muertos piden pan de tierra,
enseñando sus encias desgastadas por las raíces.
Y piden agua de lagrimas,
mostrando al mismo Dios sus gargantas abiertas
por la filada garra del tiempo.
Dicen que los muertos no cantan.
Pero se escuchan sus cánticos invisibles,
entre los callejones de la amarga soledad.
Callejones donde el silencio,
es un inmenso perro de humo negro.
Atravesando con sus ladridos la gruesa pared del tiempo.
En donde sonríe la luna,
mostrando su dentadura de cocodrilo desdentado.
Dicen también. Que los muertos no ven.
Y sin embargo todos tienen su mirada fija al cielo.
Como si detrás de ese levitante velo azul
se ocultara el enigmático secreto del origen del todo.
Como un océano donde nada,
el embrión primer ángel sobre la tierra.
Dicen también que los muertos no sueñan.
Pero se que  en su sonrisa de ceniza
se oculta la eterna felicidad, de una rosa recién abierta
ante el primer rayo solar de la virginidad mañana,
Que en su reposo eterno el tiempo es una mariposa de humo
posada sobre su corazón de seda.
Y que bajo el manto de la noche
su cuerpo se retuerce en un éxtasis de estrellas.
Y de juncos sobre el agua.
Los muertos viven. ¡Y están vivos!
Con sus corazones sobre sus costillas,
siendo latentes lirios.
Con sus corazones golpeando las paredes de su sangre
como potros salvajes.
Los muertos también ocultan entre sus labios
un ramo de golondrinas de cristal.
Y un enjambre de abejas de oro zumbando entre sus encías.
Una campana de cristal en su pecho
anuncia la hora ultima del sol sobre el ciprés.
Y de la estrella incrustada en la retina.
La hora del primer latido de la tierra.
Y en la que sus bocas se abrirán  pronunciando la palabra eternidad .
Que resonara como un eco perdido
entre los muros invisibles de la conciencia,