sábado, 22 de junio de 2019

Canción surrealista de la ciudad

He visto el fantasma
de aquel primer niño con forma de pájaro
sentando sobre el alambre.
Y a la luna cortarse las venas
en la taza del café.
Derramando lagrimas de plata
sobre piel esquelética de la porcelana.

Aquella noche vi brotar un rosal
de lo mas profundo de mis ojos.
Y abrirse todos sus pétalos
como pequeños abanicos de sangre.
Y creía que después del llanto
no había mas espejos dentro de la garganta.
Pero el tiempo me demostró
que aunque se rompa el eco de nuestra voz
en mil cristales de hielo
siempre quedará el primer aleteo
de nuestras alas.

Soñé con una realidad distinta
mas allá de luces intermitentes
de aquellas luciérnagas de plástico.
Y de aquellos trozos de cielo
desprendidos sobre el esqueleto mecánico
de la gran ciudad.

Y cuando escuche el cántico trino
de aquel pájaro niño.
Supe que la imaginación es un fantasma frágil
al ver como caían, gotas de sangre y plumas
sobre mis parpados recién cortados.

De los cuales surgió el ultimo arcoíris
del primer otoño desdibujado.
Cuando todo era un paraíso recién creado
sin cables en mi piel recordándome
que por mucho que llore flores entre los escombros.
Ya no me queda nada de humano.

La realidad me devolvió al corazón roto sobre el charco.

Ahora soy, una raíz silenciosa
entre los jardines de neón.


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