sábado, 6 de enero de 2018

La hora final

La hora final
apuñalada en mi frente.
Con sú luna negra
en mis retinas.
Y ese rosario de lagrimas
que resbala como,
un río de sangre y cristal liquido
por mis maltrechas mejillas.
Esa estrella sin brillo.
Que antes fue,
una luciérnaga adolescente.
Hoy descansa en ese cielo
en donde acude a llorar mi alma
cada una de sus muerte.
Sobre mi pecho
tatuadas las 12 campanadas del llanto.
Y sobre mi boca
la camelia marchita de mi juvenil locura.
En mi piel un pequeño cementerio
Donde los romances
son espinas rompiendo la fragilidad
de los ataúdes.
Y donde las mariposas
 buscan fuegos fatuos entre mis lunares.
Porque ya no soy sino el cadáver viviente
de aquellas madrugadas blancas
en las que mi ángel dejo de ser niño
Y yo deje de ser
ese sueño vivo y oculto.
Para desaparecer entre los muros melancólicos
en donde gimen los poemas.

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