domingo, 8 de octubre de 2017

Tarde sangrienta de domingo:

Es un domingo por la tarde.
Y un grito de sangre atraviesa
los muros y las calles.
Como un rayo de muerte y de lagrimas
que no cesa.
Lagrimas de alquitrán plastificado y caucho derretido
fluyen por la mejilla de un niño
Como pequeños ríos de angustia
Que andan buscando entre los cauces de las palomas heridas
su desembocadura de violencia.
En medio de la plaza donde florecen las azucenas muertas
hay una mujer que grita con un cuchillo negro
clavado en su garganta.
Y un hombre con el corazón abierto
que va arrastrando su propia muerte en vida
dejando restos de una calavera
dibujada con sangre sobre el cemento.
Desde mi ventana abierta se observa
a las bestias de perfil oscuro morder con saña
los latidos y los huesos.
Y una anciana que solloza en un rincon de la sangre
recordando sus 40 muertes.
Y sus 40 horas oscuras encerrada en su silencio.
A lo lejos en la plaza
hay un adolescente que corre calle arriba
con un ojo sobre su mano.
En aquella tarde oscura y oscura de domigo
Tarde plomiza y sangrante.
De raíces en los huesos
y heridas abiertas por las que fluyen
las palomas negras.
Tarde en la que mi corazon se consume
en medio de una trinchera
de horas reducidas a su propia sombra.
y de manos que ocultan bajo la yema de sus dedos
cabezas de toro y buitres mortecinos
que ocultan en sus astas y en sus desgastados picos
tiras de piel y venas arrancadas.
Tarde en las calles se volvieron cientos de gargantas abiertas
Y en cuyos cimientos
hay una veleta clavada con un gallo que alza su canto
de arena y fuego.
Tarde de ángeles mudos y de santos atados a sus latidos.
Tarde de lagrimas de goma
resbalando como aceite oscuro por los ojos de los dragones.
y de cristales que se clavan
en los parpados de los ancianos y de los niños.
Tarde terriblemente funesta
para la libertad dormida en las entrañas del siglo.
Terrible para los ojos que aun tienen
restos de piel y plomo hundidos en las retinas.
Terrible tarde en la que la ciudad
se corto la piel con una cuchilla de afilado miedo.
Y dibujo con su sangre
una  roja sobre el cemento.
Fue una tarde terrible de un oscuro domimgo
En la que un río de sangre atravesó
los muros y las calles
como un rayo de  plomo y de lagrimas
que no cesa.
Una tarde ahogada en su sombra.
Una tarde con sabor a marfil y a acero
¡Una tarde de  dolor negro!

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