En medio del silencio...
Resuenan como ecos atrapados en caja de resonancia;
Millones de gritos.
Pero nadie escucha nada.
Porque todos están encerrados
en sus propios caparazones de piedra y hierro.
Están encerrados en su muralla infranqueable de opulencia y tarjetas de crédito.
Bebiendo del orín del becerro de oro.
Y mientras...al otro lado del muro de la angustia.
¡Gritos!
¡¡Gritos!!
¡¡¡Gritos!!!
Gritos que se clavan como alfileres en los ojos.
Gritos. Que son cuchillas cortando un corazon.
En un millón de de corazones de barro.
Pues de tanto bombear para regar los campo del pan y el llanto.
Ya no tienen sangre.
Gritos de gargantas convertidas en cristales.
Gritos.Que siendo tan solo un susurro romperían montañas enteras.
Pero nadie escucha nada.
Tienen sus oídos ciegos a las injusticias del hombre de a pie.
por eso yo os maldigo. ¡si! os maldigo y os escupo.
Escupo en vuestras bocas llenas de diamantes,
Y en vuestros estómagos de marfil cerrados a las miserias.
Donde no cabe el amargor de las lagrimas de los niños pobres.
Escupo con la fuerza con la que muerden,una marabunta de hormigas
el cadáver a medio descomponer de la vaca.
Clavando sus pinzas de ceniza y luna congelada.
Sobre el cuerpo reducido a tierra recién regada.
Escupo. ¡si! escupo clavos oxidados contra sus bocas de caucho
llenas de perlas y cabezas de cerdos domesticados.
Porque no merecéis mas que mi indiferencia.
Mi indiferencia ante el niño que sufre.
Ante el perro mutilado que arrastra su miseria sobre el asfalto.
Y ante el dolor de la niña a la que fue arrebatada su mariposa de mujer.
Mi indiferencia por vuestras risas de chacales mecánicos
que rompen con sus carcajadas de neón y caucho
los muros de la ciudad sin sombra.
De cuyos balcones se se asoman las señoronas de piel
cortada con el bisturí de la superficialidad. Y cosida por el hilo de los prejuicios.
Mi indiferencia por vuestro desprecio
ante el hambre que clava sus afilados dientes en las entrañas de la miseria.
¡¡Porque no escucháis nada!!
¡¡¡No sentís nada!!
Estáis ciegos y sordos ante las injusticias que asolan el mundo.
¡Si! ciegos y sordos.
Prisioneros de vuestra opulencia.
Y de vuestros estómagos empachados de papel moneda.
Prisioneros. Y encadenados con grillete de seda a vuestra prisión de oro.
Yo mandaría una turba de niños famélicos
a devorar vuestros vientres podridos.
Y vuestros corazones mecánicos y sin latido.
Para que viváis dentro de vosotros mismos los gritos.
¡Los gritos!
¡¡Los gritos!!
¡¡¡Los gritos!!!
Los gritos que resuenan como campanadas de sangre
tras los muros de la ciudad sin pan
Los gritos que son bestias rugiendo con la boca cerrada.
Los gritos que esconden dentro de sus ecos,miles de gargantas.
Esos gritos que atraviesan los cristales de los rascacielos como espadas afiladas.
Pero...¡Nadie escucha nada!
¡¡Nada!!
¡¡¡Nada!!!
¡¡¡¡Nada!!!
En medio del silencio,
resuenan como ecos atrapados en caja de resonancia.
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