martes, 9 de octubre de 2018

La casa del tiempo

En medio de un eco silencioso.
suena el suspiro gris de una casa abandonada.
Una casa que muere lentamente
Por las grietas del tiempo y del olvido.
Una casa que sangra enredaderas muertas
por las heridas abiertas de su fachada.
Y que llora de por los ojos invisibles
de sus ventanas viejas.
Unos ojos que antaño vieron las sombras
de unos niños jugando sobre aquel paisaje
de colores infinitos congelado en el tiempo.
Y ahora solo ven un páramo muerto
donde las flores tienen sus tallos pintados de negro.
Y unos pétalos con alquitrán entre sus pieles.
Una casa que tiene un corazón latiendo
con pulsos de vivencias pasadas.
Y recuerdos vivos en sus entrañas.
Y cuyo tejado peinas las canas de los años y del viento.
Como si fuera la cabeza de un anciano
que ha soportado el peso de la noche
año a año y lágrima a lágrima.
Una casa que ya es un fantasmagórico recuerdo
en aquel paraje donde los jardines crecen
entre las raíces del caos y del cemento.
Y que se volvió piedra ciega y sordomuda
tan pronto como el reloj de su alma se paro de golpe.
Y con el silencio, el eco se volvió nostalgia.
En todos los rincones hay una casa
que se vuelve un inmenso sollozo de piedra
después de ser desahitada.

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