El pecho convertido
en rosa herida.
Una herida que supura
flores, puñales, y recuerdos.
Cuyas espinas convertidas
en palabras afiladas
atraviesan como dientes de sangre
las raíces de nuestra alma.
A veces la rosa se vuelve calavera
y muerde nuestro pecho.
Dejando donde antes teníamos corazón
un inmenso pozo negro.
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