miércoles, 11 de septiembre de 2019

Pintando nuestra infancia

¿Cuantas veces habremos escrito
nuestro nombre sobre la arena?
Aun sabiendo que lo borraría la espuma.
Porque en nuestra inocencia infantil
creíamos que aquello que se tatuaba en la playa
permanecería eterno.
Que nuestro nombre permanecería ahí
año tras año.
Como una firma eterna recordándonos
una caligrafía pintada de azul pastel
con la que firmábamos todos nuestros sueños.
Pero el mar, al igual que la vida
nos demuestra que a veces todo lo que somos y soñamos
es un suspiro frágil
que se pierde entre las inquebrantables olas
de la adultez.
Y que aquello que una vez se tuvo
 ya no puede ser.
¿Quien pudiera ser pintor de una infancia
que no se terminara nunca?

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