viernes, 23 de agosto de 2019

Triste estaba la luna

Triste estaba la luna
como un farolillo de luto.
Melancólico su brillo.
Sepultura de su sombra.
Y sus ojos de plata azul
mirando mi alma
que de tanto llanto se tiño de oscura.

La luna era
una guadaña congelada en el cielo.
Un corazón sin poeta.
Un ángel que yacía muerto
sobre un lecho de estrellas
que ya son,
luciérnagas grises y sus calaveras.

La luna lloraba
y se desangraba hilo a hilo
sobre el paisaje.
Mostrando su cráneo de nácar.
Y sus ojos
convertidos en dos faros mudos
sin el espejo de su mar.

Derramada su ultima gota de sangre
y su ultima lágrima.

La luna era un suspiro agonizando
en lo alto de su torre.
Y una flor de niebla deshojada.

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