sábado, 26 de enero de 2019

13 campanadas de niebla.

Un café gris.
En una taza manchada de sangre
con una gota de tinta.
Sobre la mesa
un corazón sin dueño
palpita junto a una hoja en blanco
donde hace tiempo
se escribió un poema.
En medio de esta habitación sin color
el tiempo se desprendía lentamente
en pequeños hilos de piel
sobre el reloj sin engranajes del alma.
Y la soledad es,
una lumbre que agoniza
siendo la sombra de su vela.
Las paredes observan
con ojos invisibles de muertos
la pistola en la butaca.
Y el ramo de rosas agonizantes
junto a la ultima bala.
Llora un busto de mármol
sobre su melancólico pedestal
de luna muerta.
Ante el cadáver vestido de llanto oscuro
de su poeta.
Y el silencio grita por las grietas
de las cortinas rasgadas.
Suenan 13 campanadas de niebla.
Y 13 eran las rosas incrustadas en las venas.
Antes de que aquel
melancólico adolescente
Decidiera besar los fríos besos de la muerte
buscando un romance
con su pistola.
Cuyo cañón oxidado le recorvada
los fríos dedos de ella.
Y su delicado perfil.

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