martes, 17 de octubre de 2017

Hay olor a llanto en la calle...

Hay olor a llanto en la calle.
Gritos que ocultan labios de mujer,
y dentaduras de caballos
Rompen en cristales y en ascuas
la frágil piel de cielo.
En medio de un pulmón verde
hay una torre de humo
y una muralla de raíces que se abren
como las alas de un fénix malherido.
Caen las horas.
Caen las horas en cadenas de fraguas y alaridos.
En minutos que escupen la rebaba blanda
sobre la tierra desollada.
Y en segundo que son corazones sin sangre
Y pozos donde se hunden las angustias     
junto a las ascuas.
Restos de pétalos y de cenizas
en medio del negro páramo.
Donde los lobos beben lagrimas turbias
de los campos yermos.
Hay una flama que vomita
sobre las manos de las ancianas.
Y sobre los campos de los arbustos y las flores
tienen rostro de oscura calavera.
Y una hoguera que salta contra las ramas
y contra las paredes.
Como un ciervo oscuro
sobre el monte descarnado y marchito.
Un monte con rostro de alarido desfigurado
por tantas llagas de fuego.
Por tantas bestias con rostros humanos
que arrancan con saña pedazos de carne verde
a un paisaje que es un toro que agoniza
junto a su esqueleto calcinado.
Paisaje de horas triste.
donde hay un bosque reducido a su sombra.
Y un infierno en la tierra
donde el demonio llora su vergüenza.
Su vergüenza de belleza y sangre por todas las lomas galegas.
Desde esta ventana  abierta
a los paraísos azules que da lírica.
Hay un viento que trae consigo un olor a llanto.
Un olor que se queda adherido a la piel
como una triste costra de humo y lagrimas.
Un olor a dolor negro
que es una puñalada de azufre
en un pulmón verde viento.

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