miércoles, 26 de julio de 2017

La poeta se abre la piel con el filo de la luna:

Me desangro cada hora
en hilos de lágrimas y de tinta.
Con las muñecas cortadas por el filo del poema.
Y con mi espíritu atravesado
por la primera luna de la infancia.

Me desangro sobre la piel del verbo.
Y sobre la ultima fotografía
que se volvió pétalos y ceniza sobre la mesa.
Me desangro con mis venas abiertas
por la cuchillada de la noche y por la rosa de los tiempos.
Y con mi corazón atravesado
por los astros que se volvieron sombras de polilla.

Me desangro en pequeños suspiros
reducidos a estertores de arena.
Con mi piel cortada por la lengua de la mariposa.
Me desangro en sueños.
Y en instantes que me supuran por las venas.
Con mis párpados cortados por la nieve
y con mis muñones perforados por la pluma estilográfica.

Me desangro y muero lentamente.
Consumida en metáforas y latidos.
Con mis labios martirizados por la espina de la rosa.
Con mis venas siendo cabezas de hormigas
que muerden mi piel.
Me desangro sobre un campo de lunares.
Y sobre un papel en blanco.
¡Me desangro!

Me desangro sin sangre.

Me desangro en lágrimas y en tinta.
Siendo ensoñación de carne y hueso
en una fantasía que aún no nace.
Y en mis muñecas cortadas por el filo del poema.
Cuyas venas se volvieron enredaderas de mis emociones.
Florece un ramo de ruiseñores oscuros.
De alas sin mariposas.
Y de cuerdas que son sombra oculta de sus violines.

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